martes, 24 de junio de 2014

Fotos

Mi abuela era una viejecita encorvada y rubia, con ojos profundamente celestes y por demás delgada. Nadie hubiera supuesto que bajo esa frágil apariencia se escondía una verdadera fiera. A pesar de sus noventa y cuatro años sabía dominar a todos con la mirada de manera tal que siempre conseguía lo que quería. Una vida de sacrificio y pobreza la había forjado dura.
Quizás era por eso que ninguna de las cuidadoras/enfermeras que le conseguimos luego de que enviudara le duró por más de dos semanas. Algunas (más inexpertas) solo atinaban a salir llorando; otras (pese a sus esfuerzos) terminaban con los nervios destrozados; la última se fue jurando nunca más volver. Así de rebelde era la abuela. Tenía un vigor y una fuerza de carácter capaz de doblegar al más temible. Nadie le hacía frente.
Cuando ya todos nos dábamos por vencidos apareció Julia.
Ceremoniosa, callada y pulcra, Julia fue la única que supo domar el carácter de mi abuela.
 
Luego de su muerte (y una vez que mi madre hubo pasado las etapas del duelo) hurgando entre sus cosas, encontramos bolsas llenas de fotos viejas y, (como no podía ser de otra manera) pasamos toda la tarde recordando "esos buenos viejos tiempos".
En una época sin internet, las fotos eran la documentación necesaria de cualquier evento; allí aparecieron los cumpleaños y casamientos, los viajes y las fiestas del colegio, las peleas y los amoríos.
En una de esas fotos nos encontramos con dos sonrientes jovencitas de unos 15 o 16 años, con los peinados y vestidos del período entre guerras. En el dorso de la foto podía leerse: "Mejores amigas por siempre" y, aunque las arrugas habían cambiado su cara, reconocimos en una de ellas  a mi abuela pero no dimos con  la identidad de la misteriosa amiga. No era de la familia -según la opinión experta de mis tías- ni del barrio y ; pese a que preguntamos a todo mundo; nadie pudo dar con la identidad de la misteriosa amiga. 
 
Pasado justo un año desde este hecho, llegó a la casa de visita un antiguo conocido de la familia. Traía con él una caja con posesiones de su recién fallecida madre. Ésta, en su lecho de muerte le había hecho prometer más que jurar que las devolvería  "a sus verdaderos dueños". Luego del té y los protocolos necesarios nos dimos a la tarea de examinar el contenido. Para nuestra sorpresa, venía una copia exacta de la foto que nos había llamado la atención tiempo atrás y otra de la misma jovencita en cuestión junto a mi (aún apuesto) abuelo.
En el dorso de la foto y con letra pequeña decía: " Ernesto y Julia,  Fiesta de compromiso"