jueves, 27 de febrero de 2014

Ipso Facto II

Con el paso de los años había aprendido a aceptar y hasta disfrutar el hecho de que el el estado del tiempo reflejaba sus estados de ánimo. 
Jamás se jactó de ello y jamás se lo contó a nadie; segura estaba de que las personas no entenderían tamaño desafuero.                                                Quién era ella, después de todo para dirigir el clima? 
La primera pista la tuvo durante una tarde otoñal en la que no paraba de llorar/llover. Más allá de la coincidencia, notó también que cuando estaba contenta la brisa era suave y el mar parecía más calmo y brillante. 
Las coincidencias la habían asombrado de niña: el sol alumbraba radiante cuando se le ocurría salir a juntar flores o buscar mariposas pero se ocultaba detrás de pesados nubarrones si es que debía -obligada- hacer la tarea. Y aunque jamás creyó que fueran algo más que eso: coincidencias;  se sabía responsable por los vaivenes climáticos que estaba segura le pertenecían. 
Había comprobado que el tiempo cambiaba en cuestión de segundos según cambiara su temperamento; seco y ventoso si lidiaba con dificultades, caluroso cuando sentía ira o impotencia frente a las injusticias; pero nublado y frío si estaba triste o cansada. 
Ella era la causa o ella era la consecuencia?  
Y aunque jamás lo confesó se burlaba interiormente de todos los pronósticos climáticos por serios que fueran; presentando detalles de una nube aquí o nubarrón allá, un viento aquí o una brisa allá que a su entender no eran más que puras adivinaciones sin ningún tipo de fundamento científico. 
Dado que, si ella jamás podía predecir como se levantaría al día siguiente era increíble y hasta ofensivo que unos señores de trajes aburridos pudieran  asegurar que sucedería "en las próximas horas". 
Acaso, tenían ellos la misma probabilidad de acertar en el pronóstico que ella de adivinar la corbata que usarían ese día. 





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